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Día del vino

La excusa son los amigos ¿o no?
Por Carlos Quintela

Algunos dicen que hay un momento en la vida donde uno cree haber madurado. Puede que ese momento sea cuando uno elije una botella de vino para llevar a un asado con amigos, o ese, cuando nos quedamos un tiempo prolongado analizando cuál llevar, leyendo etiquetas o controlando la temperatura indicada antes de descorchar una botella.

Pero más allá de los detalles en la elección del vino, el plan de juntarse a comer y beber con amigos es uno de los más valorados y codiciados para terminar un día complicado o simplemente por el hecho de volver a verlos, a esos que no vemos hace un tiempo, una semana exactamente.

Por lo general, para estas reuniones, se coordina en un grupo de Whatsapp quien se ocupa de comprar la picada, la carne, la ensalada y quien lleva el postre, pero en cuanto a la bebida lo ideal es que cada uno lleve una botella de vino y sorprendernos con la variedad de etiquetas en el momento.

Siempre está el que arranca el fuego y es el primero en descorchar. En este caso se arranca con un blanco amigable, Chardonnay, como para abrir boca. Mientras se sirve la primera copa, a lo lejos se ve que llega el segundo con las compras del super. Las copas están todas sobre la mesa, el que va llegando toma la suya. Allí, en la misma mesa cercana a la parrilla, es donde se comienza a armar la picada, nunca lejos del parrillero; la idea es hacerle compañía y sentir el calor de la parrilla.

Empiezan a caer los demás, menos uno que siempre llega tarde. Se arma una fila de descorche, uno botella al lado de la otra, de la primera a la última que va a morir. Este orden es pensado estratégicamente con el maridaje y sin dejar el mejor vino para lo último, cuando ya a uno le cuesta más poder disfrutarlo.

La carne ya fue salada y está entrando en acción. De la botella de vino blanco solo resta para una copa más así que es el momento de descorchar la segunda, en este caso un blend Malbec/Cabernet y así llega el primer brindis, por qué? Por nada, solo por que estamos todos. Bueno casi.

Llega el último de los amigos, el que dice a las nueve y llega nueve y media, el encargado del postre. Lo lleva a la heladera y luego se suma a la mesa de la picada, agarra su copa y uno de nosotros le sirve del blend. Segundo brindis, ahora si la excusa es porque estamos todos. Brindar con vino parece ser que crea ese momento especial ¿o es tal vez el vino el que hace que un momento sea especial? 

Ya está listo el asado, nos acomodamos cada uno en su lugar respetado religiosamente y un nuevo corcho deja su lugar, en este caso un lugar que no ocupó mucho tiempo, sale a la pista un Malbec, joven, pero de lo mejorcito de la noche.

Las charlas y discusiones entre el chori y el vacío, los chinchu y las costillas, descorche y descorche se empiezan a poner cada vez más interesantes: las anécdotas, el amor, la familia, la convivencia, el fútbol, la política, discusiones en general. Parece que el efecto de esta bebida mágica empieza a surgir y todos empiezan a desinhibirse. Igual somos pocos y nos conocemos mucho. 

Entre la picada y el asado ya nadie puede comer más, pero de beber más nadie dice nada y de seguir contando anécdotas y riendo tampoco. 

Después de un rato de sobremesa y ya con varias botellas vacías en el haber, se viene el postre y el último brindis con un espumoso, Nature Brut. Algunos comen el postre y comienzan la retirada - ¡Mañana hay que laburar! -  A otros nos cuesta ponerle fin a estos momentos de disfrute.
 
La excusa de juntarse con amigos a comer un asado, pedir una pizza o hacer unas pastas definitivamente sin el vino no sería lo mismo. No importa el precio o si el vino fue premiado, lo que importa es con quien vas a compartirlo. Algunos asocian el tomar vino al invierno, yo creo que el vino es una bebida que atraviesa cualquier clima, lo asocio a la felicidad.

El vino es un lugar de reposo, de reflexión, de momentos compartidos. El vino deshinibe el alma. El vino une.

¡Salud!